Crisis, paro, hipotecas, bancos, crisis, primas de riesgo, rescates,
impuestos…son las palabras más repetidas en cualquier periódico o informativo
desde hace una buena temporada. Yo, al
menos, ya he dejado de hacerles caso, porque no hace falta que me recuerden lo
que veo a diario en la calle. Me da igual quienes sean los culpables (bueno, no
me da igual, pero eso no está en mi mano) de todo esto, tampoco creo que haya
una receta mágica que lo solucione de un día para otro, es más, me da la
impresión de que vivimos en un sistema piramidal basado en cuentas ficticias
destinado a reventar periódicamente, pero eso también se escapa de mis
entendimientos. Bajemos a la tierra, en el sentido literal de las palabras.
Hasta hora, y desde hace siglos
hemos estado gobernados por las consideradas élites de la sociedad, todas
tienen en común el ser de origen urbano, de ciudad, con un desconocimiento, y
habitual desprecio, hacia el campo y todo lo que tenga que ver con el trabajo
en la tierra, algo que le han contagiado a los mismos trabajadores y gente de a
pie, que llegó a opinar lo mismo y cuya mayor aspiración en la vida era convertirse en
una de esas élites urbanas. Era imposible que un labrador, campesino, aldeano
o como queramos llamarle llegase a algo
en la política, primero por formación, pues era casi imposible que accedieran e estudios medios o
superiores que le abrieran puertas en un mundo más allá del campo, y luego por
la propia sociedad , que aún hoy alberga un menosprecio hacia la gente del
campo, y por el propio complejo de ellos mismos.
Pero esto, gracias al esfuerzo
de muchos está cambiando, estamos ante la primera generación de personas del
campo que ha tenido un acceso generalizado (que no regalado) a una educación
superior, como antes solo tenían las familias “bien” de la ciudad, y es la
oportunidad de perder los complejos, de ocupar el sitio que les corresponde
para tomar las decisiones que les incumben, sin avergonzarse de los orígenes,
más bien al contrario. Ocupar ese sitio que le corresponde a la gente del campo
tiene que servir para que cambien o mejoren algunas cosas. Hacerse hueco en
asociaciones, administración o en la política tiene que servir para que las
cosas que le afectan al campo sean también pensadas e decididas por gente del
campo, con conocimiento real de los problemas y no por gente de la ciudad que
en muchas ocasiones la visión que tiene es la de un parque temático para ir el
fin de semana, sí, la gente del campo en la política es muy importante, porque
se puede ser de izquierda o derechas (si
es que esta división sigue siendo válida) pero del campo, y a mucha honra.
No hace mucho, decían en la
necrológica de un político que entre sus méritos estaba el haberse encontrado
con un país eminentemente agrícola y ganadero y haberlo dejado como un país de
industria y servicios ¿Y eso es bueno? Decían que se trataba de una agricultura
de subsistencia, arcaica y sin modernizar. Claro que trabajar de camarero 10 o
12 horas al día por 700 euros no es economía de subsistencia, sí que hemos
mejorado, sí.
Y esa industria y esos
servicios son los que ahora se tambalean, mucha gente pende de un hilo y sin
paracaídas ¿o si? Pues puede ser, yo veo el paracaídas en el campo. Muchos ya
no lo tienen, consiguieron un puesto de soldador en algún astillero o de
dependiente en algún comercio y ya no quisieron saber nada del campo, en cuanto
los padres se jubilaron o fallecieron vendieron las tierras las plantaron de
eucaliptos, y ya no vuelven por allí en
20 años. Ahora ese puesto de soldador o ese comercio están a punto de
desaparecer (y no me alegro de ello), la hipoteca del piso de la ciudad a medio
pagar y a ver que hacemos…Pues si, volver al campo, los que puedan.
“El campo es muy sacrificado
y no da un duro” lo dice todo el mundo,
¿es verdad? seguramente, pero en la misma medida que cualquiera de los
trabajos urbanos que he citado antes.
No hay una solución única, y
no todo el mundo puede vivir del campo, porque no hay campo para todos, pero si
para muchos, tampoco como fuente de ingresos única o principal, pero muchos
podrán tenerlo como un complemento que ayude a vivir más desahogado, y cuando
aquí no tengamos ni para pagar las importaciones de comida de países en
supuestas vías de desarrollo habrá que tirar de la producción propia para
alimentarse.Todos conocemos casos de gente con una casa de aldea y la
malvendieron o dejaron caer para hipotecarse a 30 años en un piso a 20 min de
distancia; por mucho menos dinero arreglarían esa casa, y creedme, vivirían
mejor. Todos esos nombres modernos de conciliación de la vida familiar en el
campo lleva haciéndose toda la vida. Atender tus cosechas y tu ganado a la vez
que te permite cuidar de tus padres o de tus hijos, de ese modo no habría que
llevar una vida tan desnatutalizada como la que nos están obligando a llevar
actualmente. Y es que puede que sea verdad que hay cosas más importantes que el dinero...
Concordo. É máis, eu xa estou nesas.
ResponderEliminarSe agradece ver que blogueas otra vez. No puedo estar más de acuerdo. Aún naciendo y viviendo en ciudades con la edad reparas en la importancia del agro. Y ahora más que nunca
ResponderEliminarUn saludo y a seguir ;)